abril 19, 2005

Día Dos



Carlos trabaja conmigo. Él atiende a los clientes desde hace menos tiempo, y es un hacha en esto de Internet. Dicho así, parecería que se trata de un hacker en toda regla, uno de esos tipos que se pasa la vida bajándose cosas, rompiendo barreras, colándose en donde no debe y todas esas historias que siempre leemos u oimos sobre esos tipos que viven literalmente frente a su ordenador.
Pues sí, Carlos es uno de ellos.
Carlos nunca ha cuidado su alimentación, ni lo que se lleva a la boca. Fuma como un descosido, está tremendamente pálido y ojeroso, respira con dificultad, tiene un ligero problema de sobrepeso y cosas por el estilo. Y, por si fuera poco, tiene muy, pero que muy mala leche.
He imprimido el mail y se lo he enseñado. Pero eso no ha sido suficiente. Apelando a la suerte que supone tener contacto con alguien como él, decidí que lo mejor era pedirle su opinión, quizás su ayuda en lo que a este correo inesperado se refiere. Pero Carlos, hijo puta donde los haya, simplemente me respondió que de acuerdo, que bien, que vale, que lo haría, que necesitaba que le reenviase el mail, y por su cara, por la mirada que tenía cuando le mostré la hoja impresa, comprendí que, cuanto menos, estaba intrigado.
Pero claro, si todo fuera tan sencillo, la vida sería maravillosa, y esto no es así, al menos cuando de Carlos se trata. A cambio de darme alguna respuesta, alguna pista, algo, me hizo una petición muy simple. Literalmente, estas fueron sus palabras : "Si eres capaz de darme una razón convincente para prepararse para un maratón como tú lo haces, te echaré un cabo y te diré algo en menos de 24 horas".
Que bién.
Recuerdo la primera vez que participé en una carrera. Fué una media-maratón. 21 kilómetros. Llevaba varios meses entrenándome. Y recuerdo como me miraban los compañeros de oficina durante aquellos meses de preparación. Y recuerdo sus miradas al día siguiente de la carrera. Desde la admiración, pasando por la incomprensión, hasta el respeto. Y esas miradas, y sus actitudes correspondientes, han permanecido desde entonces.
Creo que la vida es una carrera contra el tiempo. Un perro vive de media unos doce años. Una ballena mas de ciento cincuenta, un humano alrededor de los ochenta. Cada uno tiene su propio "ritmo" en esta vida, en su vida. De la misma manera, una carrera, maratón, media maratón, entrenamiento, etc. , es a la vez una vida en unas pocas horas y una lucha contra el tiempo y el destino. Peleamos contra nosotros mismos para intentar llegar un poco más allá, para hacer un mejor tiempo, para darle la vuelta a la tortilla. Y, cuando lo conseguimos, cuando conseguimos terminar un maratón, o bajar un par de minutos con relación a la última carrera, nos vemos como alguien "que puede hacerlo". Vemos como la situación se transforma, pasando de un "no sé si podré" a un "puedo, y puedo mejorar un poco más".
Creo que esa es la definición del ser humano. Un poco más. Un poco mejor. Aprendiendo de los errores, limando y puliendo, luchando un poquito más. El maratón es una de esas últimas odiseas que quedan por cubrir. La montaña, la bajada del río salvaje, la distancia a recorrer...Hay que hacerla, hay que vivir, quizás sufrir un poco esa odisea, porque la montaña, el río o los 42 kilómetros están ahí.
Podría haber añadido todos los beneficios físicos y mentales que el ejercicio y el entrenamiento suponen, pero no fué necesario.
Carlos, con mirada orgullosa, por encima de su bolsa de Doritos, me ha dicho que mañana tendré noticias suyas.


1 Comments:

Blogger mICrO said...

Wellcome Neo, wellcome to the real world :-P

Saludos bus :)

7:23 a. m.  

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