abril 20, 2005

Día Tres



Cuando Carlos dice mañana, normalmente quiere decir "lo conseguiré, pero no te impacientes". De la misma manera que hay personas que te cuentan una anécdota empezando con un "hace un par de días...", que normalmente quiere decir "el verano pasado...", Carlos se zambulle en un mundo desconocido para la mayoría de los mortales, un mundo basado en unos y ceros, en direcciones IP , en servidores, y en un montón de terminos que, aunque ahora, con la popularidad alcanzada por Internet, a muchos nos suenan, para él son el pan suyo de cada día, y para los demás, casi siempre algo lejano y desconocido, o en algunos casos, en el mío por ejemplo, términos familiares, pero tanto como esos familiares lejanos...como "ese primo de tu padre..." al que conocemos por fotografías y referencias.
Hoy he tenido un entrenamiento normal, tranquilo, suave. Llovía un poco, y al pasar por el bosque cercano a la playa, he visto una ardilla, subiendo por un árbol a toda velocidad, mientras un par de pájaros echaban a volar desde una rama, asustados quizás. Y, al ver a esa ardilla, apenas vislumbrarla, no he podido evitar, una vez más, como casi todos los días, recordar Central Park y Nueva York, por supuesto.
Las personas que viven en Nueva York, en su mayoría, la describen como el centro del Universo conocido. Y, para que vamos a engañarnos, probablemente tengan razón.
Nueva York me atrapó nada más pensar en visitarla. Y me atrapó como nunca antes, y no creo que después, lo haya hecho ninguna otra ciudad. Desde los músicos callejeros, desde los largos y tranquilos paseos por Central Park, desde el lujo de Tiffany´s, desde sus Deli´s, donde se puede comer cualquier cosa , desde cualquier parte y cualquier punto de la ciudad entre las ciudades, uno se siente libre, se siente parte de la vorágine, y sobre todo, se da cuenta de cuanto va a añorarla en cuanto tenga que volver a su ciudad. Porque, aunque todos queramos y amemos el lugar del que venimos, en Nueva York se encuentra todo eso que amamos en nuestras ciudades, y además, todo aquello que echamos de menos en ellas.
Por eso la echo tanto de menos, y por eso no ha pasado un solo día desde la visita, en el que no la recuerde de una u otra manera. Se te queda dentro, te atrapa, te captura, te echa el lazo y lo mejor de todo es que te gusta sentirte atrapado, porque necesitas, porque añoras ese perrito caliente, ese centro del mundo que es Times Square, y lo mejor, lo más sorprendente de todo, es que añoras a sus gentes, añoras cruzártelos todos los días en la calle, añoras, y esto sí que es inevitable, las calles de Nueva York. Y, si entrenarme para el maratón ocupa tanto tiempo en mi vida, en estos momentos, sé que más adelante, en algún momento, llegará la hora de volver a la ciudad entre las ciudades, y correr en ella su maratón, entre otras 30.000 personas, arropados todos por sus gentes y por sus calles.
Así que, corriendo y recordándola una vez más, transcurrió el entrenamiento de hoy, y cuando quise darme cuenta estaba sentado, una vez más, frente al ordenador, consultando el correo. Y, para mi sorpresa, el primer mail que llegó era de Carlos.
Tuve que leerlo varias veces, no para entenderlo, sino para asimilarlo.
Lo reproduzco literalmente:
"Querido Amigo: Me disponía a comenzar mi investigación y me he sentado frente a mis ordenadores, como hago todos los días. Pero, como es costumbre en mi, antes he consultado mi correo. Mis diversas cuentas de correo. Y, agárrate a la mesa, entre los mails del día anterior...estaba el mismo correo que tú recibiste. Así pues, los dos tenemos el mismo correo en nuestro buzón, y eso me lleva a pensar que, si no se trata de una broma, entonces esa persona, ese alguien, nos conoce a ambos, y a ambos nos ha pedido ayuda. Así que voy a seguir toda la noche dándole vueltas a este asunto, y mañana te dejo que me invites a comer".
Bueno, aunque una de las bases de cualquier entrenamiento para una maratón es el descanso y, sobre todo, dormir como mínimo ocho horas diarias, me pregunto cómo coño voy a hacer para dormirlas esta noche.