abril 27, 2005

Día Nueve



¿Puede haber algo más delicioso que las fresas con yogur?. Sí, lo sé, los puristas dirán que las fresas con nata, por supuesto. Y yo lo respeto. Pero las fresas con yogur son tema aparte. La textura, de entrada, no tiene nada que ver. La fresa se "fusiona" con el líquido, entremezclándose sabores y texturas. Con la nata tenemos dos elementos diferentes que, aunque se unen en la boca, permanecen a distintos niveles en la copa. El yogur parece haber nacido para unirse a las fresas, de tal manera que, aunque lo conozcamos en solitario, incluso lo apreciemos en solitario, es con las fresas con lo que alcanza todo su esplendor.
A Nadia le gustan, le apasionan las fresas con yogur. ¿Es curioso verdad?
También le gusta que le hable de porqué estoy en SegCom. Ella se pasa la vida moviéndose entre números y más números, creando con otros departamentos nuevos productos que le resulten rentables a la empresa y a la vez puedan resultar atractivos a los clientes. Yo intento darles seguridad, encontrar aquello que es mejor para sus vidas, a veces incluso enviándoles a la competencia, cosa que he procurado no nombrar en nuestra charla mientras saboreábamos, despues de la comida, dos copas de fresas con yogur.
Pero Nadia se dedica al dinero. Llanamente, y aunque a mi me resulta triste, si hay algo que comprendo es que alguien tiene que tocar el trombón en la orquesta. No es mi instrumento favorito, no me entusiasma, pero hay docenas de piezas que aprecio en las que el trombón está presente. Pues eso es lo mismo.
Lo que sí he percibido es un brillo en sus ojos diferente, algo nuevo, cuando le he comentado porqué me gusta tanto mi trabajo en SegCom. Como si comprendiera mi, llamemosle "pasión" hacia el contacto con las personas.
Después de comer nos hemos despedido. A mi me quedaba media hora todavía, y ella tenía que volver a su despacho en el piso 23. Así que me he quedado un buen rato pensativo, observando la ciudad a través del gran ventanal de la cafetería. Ha sido entonces cuando ha llegado un mensaje a mi móvil.
Era de Carlos. Esa misma mañana, a primera hora, me había llegado otro, diciéndome que se había cogido un par de días libres para concentrarse en buscar y rebuscar en la red de SegCom. El mensaje de ahora me invitaba a pasar por su casa esta misma noche.
"Esto te va a encantar", terminaba en su última linea.
Conociendo el curioso humor de Carlos, decidí que tal vez aquella frase no fuese de todo cierta. Pero, como muy bien sabía él, picaba mi curiosidad. Cómo decir que no ante tamaña afirmación.
Así que esta tarde he ido a entrenar, sesión de velocidad, fuerte. Varias series. Todo el entrenamiento me ha llevado casi una hora y media, y después he tenido que recuperar, ducharme y comer una buena ración de pasta.
Carlos vive en un apartamento cercano a SegCom, un lugar pequeño, apenas decorado y extrictamente funcional. Una cama, tres ordenadores, una extensa biblioteca sobre temas informáticos y algo así como tres docenas de cajas de pizza que se amontonan cerca de la entrada. Sé todo ésto porque una vez, hace varios meses, me invitó a su apartamento para mostrarme una especie de videojuego que estaba diseñando, y me obligó a bajarle tres bolsas de basura.
Supongo que el apartamento está igual. No lo sé. Ni me dió tiempo a llamar a la puerta. Sentí el golpe en la nuca y todo se volvió oscuro.
Y, aunque apenas debieron pasar décimas de segundo antes de perder el conocimiento, recuerdo que sentí MIEDO.