julio 04, 2005

Día Veintiseis


En algún momento, no sé ni recuerdo exactamente cuando, el tiempo comenzó a transcurrir un poco más rápido, y cuando me quise dar cuenta, estaba en el Hospital, sentado sobre una camilla, vistiéndome, después de que un médico me hubiese examinado. Pero el médico ya se había ido y yo me encontré a solas con BMW. Lamentando toda la parafernalia que había tenido que montar para fingir que yo era detenido también, me explicó rápidamente cómo me habían seguido. Era algo que yo sospechaba. De una u otra manera, me habían mantenido bajo vigilancia desde el mismo instante en el que yo aceptara "unirme" a La Cruz.
Ahora, como resultado de aquella redada, tenían bajo custodia, y al parecer había muchas posibilidades de que se recuperase, a Joan, en aquel mismo Hospital. Por desgracia, mientras no hablase, si es que lo hacía, cosas bastante difícil, nada podían hacer, y mucho menos contra SegCom. La simple sospecha o posibilidad no eran prueba ante ningún Juez. Aún así, BMW me dijo que seguramente algunas de las personas, Nadia incluida, que yo conocía en SegCom, tardarían tiempo en aparecer por allí.
Dos plantas más arriba, Carlos también se recuperaba, aunque para éste último el shock había sido tan fuerte que habían tenido que sedarle, y ahora descansaba plácidamente. Aún así, su mano tardaría mucho más en recuperarse.
Y Nadia...de Nadia no sabían absolutamente nada. No podían explicarse cómo ni de qué manera...pero había huido.
Huido.
"Se pondrá en contacto contigo", me dijo BMW. "Muy pronto. Y tenemos que estar preparados para cuando eso ocurra".
Yo no quería estar preparado para nada. Solamente quería olvidar todo aquello, irme a mi casa y dormir. BMW asintió. Al día siguiente me pasaría a visitar a Carlos y hablaríamos del tema. De momento, mi único objetivo era llegar a mi casa, dormir, y mañana por la mañana entrenar por fin con tranquilidad. Era casi lo que más deseaba.
Aún así, no podía dejar de pensar en Nadia. Y en La Cruz. Y en lo que le habían hecho a Carlos. Y en cómo se habían complicado las cosas a partir de ahora. Joan estaba bajo custodia policial. Era seguro que algo pretenderían sonsacarle. Algo sobre lo que La Cruz planeaba. Y seguían siendo necesario conseguir el ordenador de Nadia, aquel que Marcos Molina había clonado aunque la vida se le había ido en ello.
Demasiadas cosas.
Me llevaron y me dejaron en casa. No me lo podía creer. Mi apartamento. Hacía solamente unas pocas horas que había salido de él, y sin embargo se me antojaban días enteros. Casi sin fuerzas, me dejé caer sobre la cama y no recuerdo haber tenido pesadilla alguna en toda la noche. Aunque el rostro de Nadia se me aparecía claramente, por momentos, y sin duda alguna soñé con ella. Pero era un rostro dulce, amable, el rostro de la mujer que yo había creido conocer y sin embargo, con el tiempo, había descubierto que no conocía de nada.
A la mañana siguiente conseguí correr algo más de una hora, pero muy relajadamente. Nada de velocidad ni cosas por el estilo. Y, después de la ducha, mientras me vestía en la habitación, reparé que apenas faltaban dos meses para la fecha señalada, el maratón de la ciudad. Me estaba preguntando si conseguiría mi objetivo, que no era otro que una buena preparación para hacer una carrera de la que sentirme contento y orgulloso, cuando sonó el teléfono.
Al otro lado, reconocí la voz de Nadia.
"Todos volveremos a estar juntos muy pronto", susurró.
No era un deseo. Era, por su tono y decisión, una realidad.