mayo 12, 2005

Día Veinte



Como si se tratase de una filmación a cámara lenta, mientras abandonaban la estancia, todos los presentes me fueron saludando, tendiéndome su mano, algunos estrechando la mía con fuerza, todos sonrientes. Joan, para mi sorpresa, se permitió darme un abrazo, y al hacerlo su boca se acercó a mi oido.
"En unos pocos días descubrirás la suerte que tienes", me susurró al oido.
Sentí un escalofrío por todo el cuerpo. Me estaba recuperando cuando los labios de Nadia rozaron los míos, y sus ojos brillaban y ella me sonreía mientras el orgullo de sentirme formando parte de su vida tomaba forma en su rostro. Yo respondí a aquel beso con otro, pero algo fallaba en todo aquello. No era el mismo beso que apenas unas horas antes. Ya no. Y temí que aquella sensación que, de alguna manera, me había llevado hasta allí, nunca volvería.
Reparé entonces en Carlos, que aún permanecía en silencio, sentado, inmóvil. Le indiqué a Nadia con un gesto que por favor nos dejara a solas un momento, y ella asintió sin perder aquella sonrisa de los labios.
Carlos no me miró hasta que la puerta del salón se cerró y quedamos a solas. Sólo entonces, muy lentamente, muy despacio, levantó la cabeza, y pude ver aquella sonrisa que siempre lucía cuando acababa de descubrir algo, aquel brillo de victoria en sus ojos. Yo no podía entender nada.
"¿Cómo coño te has dejado embaucar por esta pandilla de nazis?", fue lo único que alcancé a preguntar.
Carlos me lo contó. En voz baja, susurrando, temiendo que pudiera ser escuchado. Me contó cómo habían intentado venderle la moto de un futuro mejor, de la misma manera que a mi, y de cómo él y yo habíamos estado bajo su vigilancia, yo por ser quien era, y él por ostentar el dominio sobre cualquier cosa que pudiese entrar o salir de un ordenador. Necesitaban un buen hacker para dirigir, para liderar la parte de La Cruz que se encargaba de todo lo relacionado con la informática. Transacciones de fondos, servidores ocultos, intromisión en redes del gobierno, de otras empresas, de otros paises...Todo lo imaginable y más. Y le habían ofrecido, por supuesto, el control absoluto sobre esa parte de la organización.
"Yo tengo mi sueño, y los dos estamos dentro. ¿Qué más se puede pedir?".
No supe que responder a esto. Parecía haber sinceridad en las palabras de Carlos. Desde luego, él nunca había parecido ser de esos que se dejan llevar por otro lider o por una religión, o por un ideal que no sea su propia visión de las cosas. Y, lo que más me sorprendió de todo aquello, fue que Carlos parecía realmente comprometido con aquello en lo que ambos nos habíamos metido.
"Son unos hijos de puta de mucho cuidado. Pero desde dentro se pueden hacer grandes cosas. Y ahora los dos estamos dentro".
Nos despedimos. Me dió un nuevo número de teléfono móvil. Como él dijo, "uno que nadie más conoce". Me dijo que no volvería por SegCom durante una temporada. Yo ni siquiera me lo había planteado. Aquel no era el mejor lugar para seguir hablando. Y yo estaba deseando que aquel día terminara de una maldita vez, llegar a mi casa y dejarme caer sobre la cama. Sentía el corazón a punto de estallar. Demasiadas emociones. Nadia me llevó hasta mi apartamento y se despidió con otro de sus besos que a mi ya no me sabían como antes. Pero tampoco había desaparecido todo lo que por ella sentía. Tenía que reflexionar sobre eso. Pero mejor hacerlo mañana.
Tendría que haber imaginado que las emociones no se habían terminado todavía. BMW estaba sentado en el sofá individual frente al televisor. Mi sofá favorito. Con las luces apagadas y en silencio. Ni siquiera me asusté al verle. Por alguna razón, me temía que el día aún no había terminado.
"Estoy dentro", le dije, mientras abría la nevera, cogía una botella de agua y me sentaba frente a él. "Y no me pregunte porqué, ni yo mismo lo sé".
BMW me miraba con aire triste. Se inclinó hacia delante mientras yo le contaba como Carlos también se había introducido en la organización. A grandes rasgos, le relaté lo ocurrido en las últimas horas, le hablé un poco más de Carlos, de su labor en la especie de investigación que habíamos mantenido en las últimas semanas y todo lo demás. Y, para rematar mi relato, dije una estupidez.
"La verdad, parecen una pandilla de fanáticos con mucho dinero y buena posición, pero no demasiado peligrosos".
BMW medio sonrió.
"Esta noche, mientras estabas con ellos, dijo, encontramos el cadaver de Marcos Molina. Le habían rociado la cara con ácido, y cortado ambas manos".
Entonces sentí que el agua de la botella estaba demasiado fría, y vomité.