mayo 15, 2005

Día Veintiuno



Supongo que a BMW aquello le resultaba en cierto modo divertido. A mi no. Y él, por lo menos, intentaba disimularlo. Definitivamente, parecía que aquel día no terminaría nunca, que yo no podría irme a dormir y despertarme al día siguiente, entrenar y plantearme con la cabeza despejada qué sería de mi vida a partir de ese momento.
BMW esperó pacientemente a que yo hubiera vomitado, y regresase para sentarme en el salón, frente a él. Yo estaba enfadado. De alguna manera, me había sentido empujado a aceptar el ofrecimiento que Joan me hiciera horas antes. Supongo que el hecho de encontrarme a Carlos allí, unido a la petición de BMW, más lo que, en cierto modo, yo sentía o seguía sintiendo por Nadia, me habían empujado a decir "si" a mi entrada en La Cruz. Sin contar, claro estaba, el hecho de saber que mi padre había pertenecido antes a la hermandad, que estaban desperdigados por media España, que yo había sido un candidato firme a pertenecer a su círculo antes incluso de saberlo...Además, que narices, nunca había pensado que la cosa pasaría a ser algo más serio que un tipo que se dedica a espiar y comentar con alguien del Gobierno sobre lo que ha espiado. Alguna conversación, quizás la manera de localizar a Joan, quizás algunas direcciones. Yo no era lo que ellos llaman un "agente de campo" ni nada por el estilo.
Ahora, acababa de enterarme de que Marcos Molina tampoco, y así le habían ido las cosas.
Estos tipos que se hacían llamar La Cruz no se andaban con tonterías. Y yo no quería acabar así.
"Así que mejor lo dejamos correr", le dije a BMW. "Mañana me voy a mi trabajito de todos los días. Si ellos me preguntan algo les digo que todo ha sido una equivocación. Que yo no soy mi padre y que realmente no me interesa unirme a ellos. Todo bien explicadito y con buenas palabras. Y si a Nadia no le gusta, es su problema. Y Carlos ya es lo suficientemente mayorcito para saber lo que hace".
BMW no dejaba de mirarme fijamente mientras yo hablaba, más víctima de los nervios que covencido de mis palabras. Algo me decía que no todo iba a resultar tan fácil.
"En primer lugar, no van a dejar que te vayas tan fácilmente. En segundo lugar, tu amigo, Carlos, corre un serio peligro y él aún no lo sabe. Ha sido una tontería que aceptara unirse a ellos. Lo van a utilizar y después se desharán de él. Y, no te engañes, contigo pretenden hacer lo mismo. De momento, has dicho que sí, pero eso no significa nada. Te harán pasar por algún tipo de prueba, como a todo el mundo. A los dos. A lo mejor eligen una misma prueba para ambos, o diferentes pruebas. Así que lo único que puedes hacer es ayudarnos a deshacer esa jodida Cruz antes de que todo se complique".
Así de simple. Ellos querían utilizarme. El Gobierno quería utilizarme. Lo único que yo podía hacer era decidir si me utilizaban los buenos o los malos. A joderse.
"Necesitamos el ordenador de Nadia. El clon que hizo Molina habrá sido destruido. Pero en el ordenador de Nadia, en su portátil personal, está toda la información que necesitamos. Probablemente los contactos del tal Joan en las otras empresas, en toda España. Una vez conseguido eso, podremos actuar con la ley en la mano, y tú y Carlos lo podréis dejar sin problema alguno".
No podía ser tan difícil conseguir el dichoso ordenador. Aún así, yo no podía dejar de pensar en Molina.
"Él no era un agente de campo. Tú tampoco. Pero tú tienes muchas bazas a tu favor. Tu padre, el que te hayan buscado ellos mismos, tu amistad con Nadia Senén. Todo juega a nuestro favor...", se detuvo, y después inclinó su cuerpo hacia mí mientras enfatizaba sus palabras. "Planean algo. Lo sabemos. Pero no sabemos el qué. Es algo gordo, quizás algún tipo de...atentado...No lo sabemos, pero casi seguro que habrá vidas en juego. Y todo está en ese ordenador. Como puedes ver, no te miento. Eres nuestra mejor baza. Dependemos completamente de ti."
Aquel tipo también me conocía. BMW reconoció, algo incómodo, que habían sido ellos los que habían pinchado mi teléfono semanas atrás, al saber que Carlos y yo habíamos recibido el mail de Molina. Estaba seguro de que el Gobierno había estudiado mi perfil, o algo parecido. Y sabían perfectamente que no podía negarme si me decían que había vidas en juego.
Cuando caí sobre mi cama, conseguí dormir. Pero fue una noche horrible, plagada de pesadillas, entre ellas una en la que Nadia se me acercaba y me echaba ácido a la cara, mientras yo sentía como alguien cortaba mis manos.
Y esa no fué de las peores pesadillas de la noche.