agosto 17, 2005

Día Cuarenta y Cinco


Le llamaré Barba. No se me ocurre otro nombre. Y, realmente, no creo que pudiera llamarle de otra manera. Porque lo único que resaltaba en su cuerpo orondo, en aquel rostro de ojos negros y penetrantes, era aquella barba, que lo ocupaba casi todo, con la que jugaba mientras hablaba, quizás para hacerse el interesante, quizás porque no sabía hacerse sentir de otra manera.
Nos dejaron a solas en una habitación. Comenzaba a acostumbrarme a aquel tipo de estancias. Era parecida, a su manera, a aquella otra en la que, semanas atrás, había visto como torturaban a Joan. La sola idea de que fueran a hacer algo así conmigo me provocó un ligero temblor. Pero no habría tenido sentido. A pesar de aquella presencia imponente y, en cierto modo, estremecedora, Barba parecía un tipo en el que se podía confiar.
Por supuesto, estaba equivocado.
"Cómo bien se puede imaginar, estamos al tanto de todo lo ocurrido hasta hace unas semanas. La "misión", si podemos llamarla así, en la que estaba envuelto Marcos Molina, su fastidiosa desaparición, su asesinato y, por supuesto, el informe de nuestro hombre, que cayó abatido a tiros en nuestra "casa segura", hace unos días. Varios hombres murieron en esa casa, al parecer para rescatar al cabecilla de La Cruz...y a usted".
¿Rescatarme?
Algo no le había quedado claro a aquel tipo. Nadie me había rescatado. Bueno, ellos creían que sí, pero yo simplemente me estaba aprovechando de mi condición de "infiltrado" para encontrar el ordenador de Nadia, el que acababa de entregarles hacía unos minutos, y descubrir cuales eran los planes de La Cruz.
Barba negó con la cabeza.
"No consta en ninguna parte que usted, señor mío, haya ejercido ninguna labor de colaboración con el gobierno de este pais en ningún momento." Se detuvo unos instantes, acariciando la barba, la jodida barba que empezaba a ponerme nervioso. "Y, la verdad, conociendo a mi compañero, el hombre asesinado en nuestra casa segura, me cuesta creer que no lo mencionara en ninguno de sus informes. Resumiendo, lo único que me interesa...perdón, nos interesa, es saber qué le ha llevado a usted, un trabajador de SegCom, una empresa bajo investigación desde hace meses por el Ministerio del Interior, y sospechoso de colaborar, sino algo más, con una organización de probada tendencia terrorista, a entregarse. Dicho de otra manera...sólo estoy esperando oir sus condiciones. Y, créame, soy todo oidos."
Creo que intenté negar con la cabeza, pero mi cabeza no se movía. Abrí la boca, pero mi boca no dijo nada. Levanté ambas manos, intentando decir algo...y me sentí como una maldita marioneta.
"Bueno, si quiere que le sea sincero...", llegado a este punto, Barba dió un paso al frente, dejando que la ténue luz que entraba por el único ventanal de la estancia le iluminara "...tengo que decirle que estamos en condiciones de valorar su colaboración. Incluso si fuera cierto que es usted un colaborador del gobierno, cosa harto difícil de creer...".
"Pero les he traido el ordenador", alcancé a decir.
"Ese ordenador tiene que ser suyo, señor mío. Sólo tiene un par de juegos, algunas cartas a clientes de SegCom...y poco más. Y usted ya sabe qué es lo que nos interesa realmente de todo este asunto. Si está dentro, lo sabe. Si es parte de ellos, lo sabe, y si realmente colabora con nosotros...mi compañero se lo tuvo que decir".
Negué con la cabeza.
"El pueblo...tienen que ir al pueblo. Ya se lo dije en el helicóptero. Me retuvieron en...".
"Hemos enviado un helicóptero a sobrevolar el pueblo ese del que ha hablado. Solamente hay unas pocas personas, algunas ovejas, unos niños...y nada más. Ese lugar ha sido ocupado por unas pocas familias desde hace un año y pico. Tienen todos los permisos para recuperar el pueblo abandonado. Así que déjese de gilipolleces. Si es verdad que estuvo con ellos, y ha...llamémosle desertado, es que tiene algo con lo que negociar".
Tomé aire. Sentí que las piernas comenzaban a temblar. Intenté disimularlo.
"Creí que sus planes estaban en ese ordenador. Me han engañado para que...".
"¿Planes?", me detuvo, caminando hasta llegar frente a mi. Su rostro estaba a menos de diez centímetros del mío. Podía distinguir perfectamente aquellos ojos negros clavados en los míos. Mis piernas dejaron de temblar." Sabemos cuales son sus planes. No nos interesan los sueños de un par de locos que se creen los salvadores del mundo o algo peor. Lo único que queremos es la fórmula".
La Fórmula.
¿De qué coño...?.
Dí un paso atrás.
La Fórmula.
Acababa de comprenderlo todo.