noviembre 21, 2005

Dia Cincuenta y Ocho



Estrategia.
Supongo que es a eso a lo que se reduce todo. Lo sé y lo puedo afirmar porque conozco a Joan. Con él nada es casual, nada corresponde al azar, a la probabilidad o a un cúmulo de casualidades. Joan es mayor que yo. No podría precisar su edad, pero estoy seguro de que por lo menos me lleva unos quince años. Quince años es mucho tiempo.
Hermanos.
Qué fácil decirlo. Una simple palabra, y todo lo que puedo esconder. Mucho más, desde luego, tratándose de quién se trata.
Así que, al fin y al cabo, de eso se trata. De una estrategia. Un pasado oculto, ya no sólo por parte de Joan, sino también de mi padre. El jodido don Manuel. Ambos lo decidieron en algún momento. Estoy seguro. Con algún oscuro propósito.
Siempre pensé que tener un hermano estaría bien. De esas cosas que uno echa de menos cuando es un chaval, esa rivalidad, el enfrentamiento sano entre la misma sangre...Todas esas cosas.
No esperaba cambiar de opinión algún día.
Nadia dice que tiene que haber una explicación para todo ésto.
La miro, y comprendo que, una vez más, y ya he perdido la cuenta, vuelvo a desconfiar de ella. Ahora que parecía que todo empezaba a tener un poco de sentido, ahora que podía sentirme tranquilo cuando dormía a su lado. Pero veo su gesto, su mirada, y la sensación de que sabe y calla vuelve a mi una vez más.
No pude confiar en mi padre, ni en mi hermano, ni en la que podríamos llamar mi pareja.
El que parecía ser mi mejor amigo, el "bueno" de Carlos, resultó ser un vendido que estaba allí para vigilarme, para seguirme los pasos, para encontrar el camino que llevase a sus jefes hasta La Cruz. Y esos jefes, al parecer hombres de buena voluntad que trabajaban para el Gobierno y pretendían ser "buenos chicos" resultaron ser iguales o peores que aquellos a quienes perseguían.
La que durante un tiempo había sido mi pareja y más tarde mi esposa resultó formar parte del plan concebido para mermar mi voluntad y llevarme por el camino señalado en dirección a este mismo lugar, a lo que La Cruz ha dado en llamar "mi destino".
Y, finalmente, la única persona en la que he sentido que podía confiar desde que todo ésto comenzó...está muerta.
Supongo que, si de un momento a otro, empiezo a volverme loco, resultará algo comprensible, ¿no?
Debería hablar con Joan. Nadia me lo ha propuesto enseguida. "Hablemos con él, seguro que hay una explicación para todo esto, siempre la hay cuando se trata de Joan".
Quizás eso sea lo que más tema. Otra explicación. Otra nueva enredadera que ahogue mi cuello.
Alguien dijo una vez que en cada giro, en cada esquina, en cada derrota, en cada final, hay una oportunidad.
Miro a Nadia.
Quizás esto pueda ser también una oportunidad.
"No voy a hablar con Joan aún. Y no quiero que tú lo hagas tampoco. Sé que Angela no abrirá la boca. Quiero averiguar unas cuantas cosas por mi cuenta antes de hablar con él. Y no quiero que se entere de que he descubierto que estamos unidos por un poco de sangre común".
Nadia asiente sin dudarlo. Con total y absoluta confianza, al parecer, en mi decisión.
¿Será verdad?
Pronto lo averiguaremos.