abril 29, 2005

Día Once




Ayer me pasé casi todo el día descansando. La cabeza ha dejado de dolerme. Entrené un poco, pero apenas. No dejo de pensar en cómo diablos alguien pudo descubrir que yo estaría en casa de Carlos esa tarde.
Y hoy ha sido el día más extraño de mi vida.
Me he levantado recordando que este fin de semana había reservado habitación en un hotel de montaña a unos 200 km de la ciudad, en plena sierra. Las bajas temperaturas son ideales para entrenar la resistencia y por lo menos tres o cuatro entrenamientos cerca de la nieve (o en ella mismo) siempre son de agradecer. Los últimos acontecimientos me lo habían hecho olvidar. En cualquier caso, siempre puedo cambiar la reserva para otro fin de semana...pero me apetecía realmente ir hasta allí. He estado en otras ocasiones. Y se trata de un lugar simplemente maravilloso.
Carlos me ha mostrado con evidente satisfacción, mientras llegábamos juntos a nuestras mesas, lo que sospecha que ocurrió. Disimuladamente, mientras fingía mostrarme unos documentos, ha señalado hacia el techo de la planta en la que, junto con otros diez compañeros, desperdigados, nos encontrábamos. Apenas perceptibles, en las esquinas. Allí están. Pequeñas, diminutas cámaras de seguridad. Según dijo Carlos, estan por todas partes. En la cafetería, en las plantas, en la entrada del edificio, en los ascensores...
No he podido dejar de pensar en ellas durante toda la mañana. Nunca antes me había sentido vigilado, al menos no de esa manera, no constantemente, no durante tanto tiempo. Hasta he buscado alguna en los lavabos. Pero ahí no parece haber ninguna. Y digo parece porque....
Carlos me ofreció comer juntos, pero yo ya había quedado...con Nadia. No parece haberle molestado. Pero en su mirada había una petición de cautela. Mantener las distancias. No sé que pensar al respecto. Cuantas más vueltas le doy, más tengo la sensación de que ella nada tiene que ver con todo este asunto.
Algo ocurrió en SegCom durante el fin de semana. Alguien , desesperado, encontró como única alternativa enviar un correo electrónico. Y tomó el primer ordenador portátil que pudo encontrar. El de Nadia. Tiene que haber ocurrido de esa manera. Pero entonces, ¿porqué no puedo dejar de pensar en la mirada de Carlos?. Cautela. Cautela. Cautela.
Comer con Nadia es cada vez más agradable. Ella procura no nombrar apenas el trabajo. Sabe que yo estoy aquí por la gente, por el contacto con el público, y diría que eso le gusta cada vez más. Me ha preguntado, veladamente, en qué suelo invertir los fines de semana aparte de mis continuos entrenamientos. La idea de que me esté preparando para un Maratón parece haberla entusiasmado. O casi.
Sin saber cómo ni porqué, me he encontrado contándole lo del hotel en la sierra, lo del entrenamiento en nieve. Y, lo juro, la mirada se le iluminaba mientras yo iba entusiasmándome al hablar del pequeño hotel. Nadia sabe lo que quiere, y tiene la seguridad suficiente como para pedirlo...o cogerlo.
Así fue, supongo, como me propuso que nos fuéramos este fin de semana a la nieve. Como dijo mientras medio sonreía : "para rellenar los huecos entre carrera y carrera".
Y así fue como yo, casi sin pensarlo, dije que sí.

abril 28, 2005

Día Diez



Siempre he odiado la violencia. Con esto no quiero decir que no haya perdido los nervios alguna vez. O algunas veces. O que no haya visto Rocky, o que no me guste Doce del Patíbulo. Sé, no soy tonto, que es algo inherente al ser humano. Está ahí. Tenemos que convivir con ella. Pero suelo contar hasta diez. O cien, si estoy realmente cabreado.
Recuerdo que de pequeño, en el colegio, me peleaba a menudo. Y aún siendo adolescente pasé algún tiempo, una fase, una etapa, supongo, buscando bronca con los compañeros del barrio. Eran otros tiempos, otra época...otra mente.
A veces me cabreo cuando voy corriendo y alguien me mira de mala manera, o no se aparta un poquito, cubriendo orgullosamente la acera y casi impidiéndome el paso. Pero siempre encuentro un hueco para seguir corriendo. Siempre.
Quizás la razón por la que, en estos últimos días, haya llegado a obsesionarme con ese extraño mail es porque huelo, presiento, intuyo la violencia. Intuyo algún tipo de daño, presiento que las cosas no van bien para alguien...huelo "el otro lado".
Y finalmente, he tenido la confirmación.
Cuando me desperté, Carlos estaba frente a mi, y yo tumbado en el sofá de su apartamento. Me miraba con aire preocupado, pero sonreía. Había oido el golpe contra mi cabeza (por cierto, vaya dolor , desde la nuca hasta la mitad de la espalda y en las cervicales), y había oido, ya con mucha más claridad, el impacto de mi cuerpo contra el suelo. Todo, frente a su puerta.
"Alguien te ha tendido una trampa, está claro", concluyó Carlos. Pero tenía que ser alguien que sabía que yo le visitaría, alguien que supiera que estábamos citados en su casa. Y eso era imposible, sencillamente porque nos habíamos citado a tenor del mensaje que él me enviara a mi móvil. Nadie podía leer ese mensaje. Nadie.
"En eso te equivocas, como hemos podido comprobar. No te envié el mensaje al móvil por pura casualidad. Podría haberte enviado un mail, pero ambos sabemos que algo ocurre con el correo en SegCom. Ahora, podemos asegurar también que algo ocurre a nivel de vigilancia".
¿Vigilancia?.
Carlos me había enviado el mensaje de texto a propósito. Quería comprobar si realmente yo o él o ambos estábamos siendo vigilados. Pero sabía que no existía o al menos el no conocía la tecnología que permitía interceptar un mensaje de móvil a móvil. Así que, si alguien había golpeado mi cabeza frente a la puerta de su apartamento, es que ese alguien había leido el mensaje y sabía que yo estaría allí...
"Claro que lo sabía", concluyó Carlos mientras golpeaba la palma de su mano izquierda con el puño derecho. "Y mañana mismo te mostraré como".
Entonces supe que, si yo me había metido en aquel asunto porque estaba seriamente preocupado por alguien, por una persona, Carlos lo hacía porque disfrutaba del juego como pocos. Le encantaba ser el gato primero y después el ratón.
A mi, sinceramente, no me estaba gustando tanto. El golpe en mi cabeza sonaba a advertencia. Sabemos que estás detrás de ese mail "perdido". Sabemos quién eres. Y sabemos lo que haces en cada momento. Ellos parecían saberlo todo sobre Carlos y sobre mí.
Y yo no sabía nada.

abril 27, 2005

Día Nueve



¿Puede haber algo más delicioso que las fresas con yogur?. Sí, lo sé, los puristas dirán que las fresas con nata, por supuesto. Y yo lo respeto. Pero las fresas con yogur son tema aparte. La textura, de entrada, no tiene nada que ver. La fresa se "fusiona" con el líquido, entremezclándose sabores y texturas. Con la nata tenemos dos elementos diferentes que, aunque se unen en la boca, permanecen a distintos niveles en la copa. El yogur parece haber nacido para unirse a las fresas, de tal manera que, aunque lo conozcamos en solitario, incluso lo apreciemos en solitario, es con las fresas con lo que alcanza todo su esplendor.
A Nadia le gustan, le apasionan las fresas con yogur. ¿Es curioso verdad?
También le gusta que le hable de porqué estoy en SegCom. Ella se pasa la vida moviéndose entre números y más números, creando con otros departamentos nuevos productos que le resulten rentables a la empresa y a la vez puedan resultar atractivos a los clientes. Yo intento darles seguridad, encontrar aquello que es mejor para sus vidas, a veces incluso enviándoles a la competencia, cosa que he procurado no nombrar en nuestra charla mientras saboreábamos, despues de la comida, dos copas de fresas con yogur.
Pero Nadia se dedica al dinero. Llanamente, y aunque a mi me resulta triste, si hay algo que comprendo es que alguien tiene que tocar el trombón en la orquesta. No es mi instrumento favorito, no me entusiasma, pero hay docenas de piezas que aprecio en las que el trombón está presente. Pues eso es lo mismo.
Lo que sí he percibido es un brillo en sus ojos diferente, algo nuevo, cuando le he comentado porqué me gusta tanto mi trabajo en SegCom. Como si comprendiera mi, llamemosle "pasión" hacia el contacto con las personas.
Después de comer nos hemos despedido. A mi me quedaba media hora todavía, y ella tenía que volver a su despacho en el piso 23. Así que me he quedado un buen rato pensativo, observando la ciudad a través del gran ventanal de la cafetería. Ha sido entonces cuando ha llegado un mensaje a mi móvil.
Era de Carlos. Esa misma mañana, a primera hora, me había llegado otro, diciéndome que se había cogido un par de días libres para concentrarse en buscar y rebuscar en la red de SegCom. El mensaje de ahora me invitaba a pasar por su casa esta misma noche.
"Esto te va a encantar", terminaba en su última linea.
Conociendo el curioso humor de Carlos, decidí que tal vez aquella frase no fuese de todo cierta. Pero, como muy bien sabía él, picaba mi curiosidad. Cómo decir que no ante tamaña afirmación.
Así que esta tarde he ido a entrenar, sesión de velocidad, fuerte. Varias series. Todo el entrenamiento me ha llevado casi una hora y media, y después he tenido que recuperar, ducharme y comer una buena ración de pasta.
Carlos vive en un apartamento cercano a SegCom, un lugar pequeño, apenas decorado y extrictamente funcional. Una cama, tres ordenadores, una extensa biblioteca sobre temas informáticos y algo así como tres docenas de cajas de pizza que se amontonan cerca de la entrada. Sé todo ésto porque una vez, hace varios meses, me invitó a su apartamento para mostrarme una especie de videojuego que estaba diseñando, y me obligó a bajarle tres bolsas de basura.
Supongo que el apartamento está igual. No lo sé. Ni me dió tiempo a llamar a la puerta. Sentí el golpe en la nuca y todo se volvió oscuro.
Y, aunque apenas debieron pasar décimas de segundo antes de perder el conocimiento, recuerdo que sentí MIEDO.

abril 26, 2005

Día Ocho



Hace algún tiempo que no salgo con nadie. Bueno, he tenido que pararme a pensar cuánto tiempo hace, así que debe ser bastante. Cuatro meses. No sé exactamente la razón. He tenido bastantes relaciones en mi vida con el sexo opuesto. De todo tipo, o al menos de casi todos. Encontrar a alguien, entablar amistad, descubrir todo un mundo nuevo, ese mundo que estaba oculto a nuestros ojos, esos gustos extraños, esas aficiones, ese timbre especial de la voz, es casi casi como llegar en el Enterprise a un planeta nuevo y desconocido. Sabemos que habrá vida humanoide, que serán unos tipos parecidos a nosotros pero maquillados con "ligeros retoques", y sabemos que, en el fondo, tendremos cosas en común. La diferencia es que Kirk se pasaba el tiempo viajando de sistema solar en sistema solar para ligar con desconocidas y Picard lo hacía para entablar relaciones de otro tipo...al menos, en un principio.
No voy a negar que me sentía intimidado ante la idea de entablar, no una relación, dios me libre, aunque no negaré su atractivo, ese que los poderosos tienen en la mirada y en el gesto, con Nadia Senén, pero sí un acercamiento necesario para ir un paso más allá en...en lo que sea que me esté metiendo, dios mío.
Pero, como suele ocurrir en estos casos, el universo confabula para echarme una mano. Nadia estaba leyendo, mientras saboreaba un poco de arroz con trocitos de pollo y ensalada, una revista de viajes. Desde la barra de la cafetería, a pocos metros de ella, pude distinguir perfectamente el tema del viaje en si.
Nueva York.
Ahora me habría gustado elegir otra frase que no fuera un simplón "primera vez o pensando en volver", pero el caso es que resultó. Era su primera vez. Yo ya había estado. Qué más se puede pedir.
Hablamos durante casi una hora sobre Nueva York, sobre el Pier 17, sobre el Village, el Soho, la Quinta Avenida, sobre Woody Allen, Times Square, sobre sus gentes, sobre la experiencia. Tengo que reconocer que a estas alturas yo ya me había olvidado de cual era el propósito de todo esto. Simplemente me sentía cómodo con aquella mujer. Tiene la voz dulce, extrañamente dulce para tratarse de "una jefa", y una sonrisa algo melancólica. Sus gestos no parecen en absoluto amanerados o pretenciosos, y aunque se muestra muy segura de si misma, no parece una pose. Es o parece ser alguien sencillo que ocupa un puesto de relevancia.
Agradeciéndome la compañía y la charla, se ha despedido, y yo me he quedado pensativo durante un buen rato, intentando reflexionar sobre el siguiente paso a seguir. Hablarle del "exito" del primer acercamiento a Carlos parecía el siguiente movimiento, y eso decidí hacer al volver a mi mesa de trabajo. Había dos clientes esperando, así que simplemente he asentido con la mirada. Carlos me ha mirado con gesto divertido. Me gustaría saber qué coño significaba ese gesto.
Me he sentado frente al ordenador y lo he encendido.
Había correo.
"¿Comemos mañana y me sigues contando cosas de Nueva York?"

abril 25, 2005

Día Siete



Los lunes suelen ser días difíciles. Los lunes después de haberte quemado la vista y las neuronas buscando una combinación de letras en un buen puñado de folios suelen ser días agotadores. Los lunes en los que tu compañero de trabajo, el de la mesa de al lado, te hace señas constantemente para que te escapes con él a la cafetería, son simplemente exasperantes.
Carlos insiste en que algo tenemos que estar haciendo mal. Los dos. No es posible que, por diferentes caminos, ambos hayamos llegado a la misma conclusión. Sus datos, esos que baraja como quiere y con los que se siente vivo y feliz, le dicen que el mail fué enviado desde el portátil de Nadia Gutierrez Senén, Presidenta de los Servicios Financieros de SegCom. Pero ella no ha podido ser la persona implicada en todo este asunto. Primero, porque en el mail se podía leer claramente la frase "Y yo estoy aquí, encerrado". Y segundo, porque Nadia Senén ha cruzado por delante de la puerta de la cafetería tres veces mientras hablábamos, ha charlado con un par de jefes de esos que parecen llevar el palo de la escoba bien ensartado e incluso ha dirigido un par de miradas hacia la cafetería durante sus paseos.
Cómo dice Carlos, ella no puede ser, pero eso no quiere decir nada. Pueden haberle cogido el portátil en ese momento. Pueden haber enviado el mail desde su domicilio o desde SegCom. Las variables que intervienen son, sino innumerables, por lo menos bastante elevadas. Así que dicho esto, poco queda por hacer, al menos según Carlos.
Lo que Carlos no parece haber tenido en cuenta en su argumentación es que ya hace mucho tiempo que he olvidado qué significa darse por vencido. Si antes esa actitud era moneda corriente de cambio en la mayoría de los aspectos de mi vida, eso pasó a la historia. Sea como sea, una persona, probablemente un hombre, ha enviado un mail desde el portátil de una señora que es, por lo menos, alguien con capacidad suficiente para ponerme a mi, a Carlos y a media plantilla de patitas en la calle si se nos ocurre mirarla mal. Pero, que narices, si hay que correr un pequeño riesgo, que al menos no nos echen solamente por mirarla mal.
Las carreras no siempre las ganan los más veloces...sino aquellos que siguen corriendo.
Nadia Senén debe andar cerca de los cuarenta. Traje clásico a rayas, de ejecutiva, cabellos castaños, ojos grandes del mismo color, figura estilizada, fitness y ensaladas, juraría. Mandícula cuadrada y gesto decidido. Una mujer fuerte.
Lo de la ensalada lo he podido confirmar. Al pasar por delante de la cafetería, a media mañana, estaba comiéndose una en una mesa, al fondo, cerca de la gran cristalera que permite ver el perfil de la ciudad.
Carlos dice que me lo piense mejor, que él va a seguir buscando en la red interna de SegCom, que algo tiene que haber, algún rastro, algún detalle que se le haya pasado por alto.
Así que me lo voy a pensar mejor...mmm....Bién, ya está, una vez pensado mejor, he decido que mañana intentaré que Nadia Senén no coma sola.


abril 24, 2005

Día Seis



El domingo es el día en el que los "maratonianos" hacemos lo que se suele llamar "la tirada larga". Si durante la semana los entrenamientos no suelen sobrepasar la hora u hora y poco, el domingo es el día de llegar a las dos horas, más o menos. O más, dependiendo del momento del entrenamiento en el que te encuentres. Mientras que durante la semana se buscan objetivos específicos (velocidad, resistencia, cambios de ritmo), el domingo se busca simplemente conseguir "fondo". Aguantar corriendo cada vez un poco más.
Y es, claro está, el día en el que más tiempo tienes para pensar y darle vueltas a los acontecimientos de la semana en tu cabeza.
Tengo una amiga, una muy buena amiga, que odia el hecho de que mi vida transcurra de manera ordenada. Levantarme a una determinada hora, entrenar, desayunar siempre "ésto y ésto", sentarme con la taza de café frente al ordenador para leer mis correos, tomar mis notas en la oficina siempre en el mismo papel y no en otro, usar siempre la misma marca y modelo de zapatillas para entrenar, llevar siempre a las competiciones la misma camiseta, etc. Por no mencionar mis manias con la comida. Pasta solamente fresca, carne roja solo una vez a la semana, beber poca agua con la comida y mucha entre comidas, endulzar el café o el té únicamente con miel...y un largo etcétera, tan largo que ni yo mismo recordaría anotar aquí los pequeños detalles.
Durante algunos años, bastantes, muchos, mi vida fue un auténtico caos. Desde el momento en el que aquella lesión llamó a mi puerta, pasando por la búsqueda de un trabajo que me hacía ir a su vez de empleo en empleo, añadiendo mi poca capacidad para permanecer unido a una mujer más de, digamos, dos o tres semanas, hasta llegar a la frustración que todo aquello suponía en mi vida. Sencilla, simple y llanamente, viví en el CAOS. En casi todos los aspectos de mi vida. Pero llegado el momento, un par de años atrás, las cosas comenzaron a cambiar. No podría decir exáctamente cómo ni de qué manera, pero apareció SegCom, mamá falleció después de una larga enfermedad, mis constantes devaneos con el sexo opuesto trajeron consigo una larga lista de personas con las que podría haber tenido buenas o excelentes relaciones pero que se convirtieron en recuerdos vacíos, cuando no enemistosos, lo cual me hizo replantearme muy seriamente mi relación, ya no solamente con ellas, sino también con cualquiera al que poder llamar y tener por amigo....Y además de todo eso, volvieron los entrenamientos, casi al mismo tiempo que la figura de Manuel, mi padre. A veces pienso que para recordarme constantemente todo lo malo que hay en mí, y la posibilidad de superarlo.
Por eso, solamente le pude responder a esa buena amiga, a la que hace demasiado tiempo que no veo, que después de tantos años viviendo en ese Caos, era normal que mi mente buscase todo lo contrario. El orden, sino absoluto, cercano. El porqué. La razón. Todo encajando en Todo.
Por eso este fin de semana, no he hecho otra cosa, además de entrenar y descansar, que no fuera leer, puntear, anotar, tachar y releer los listados en busca de la combinación de palabras que formasen un nombre, un apellido, unas iniciales parecidas, semejantes o, porqué no, idénticas a Ngusen.
Nada de nada.
Bueno, nada de nada hasta que me he dado cuenta, casi al final del día, de que faltaban algunos nombres en esa lista. Están, desde luego, todos los empleados que tienen un ordenador, un terminal y una cuenta de correo propia de la empresa, con acceso a su vez a las cuentas de los demás empleados. Casi todos.
Siguiendo una corazonada, me he conectado a la página web de la empresa. Sabía que en el listado que Carlos había buscado e impreso para mi faltaban algunos nombres. Doce en concreto, los doce nombres que, en la página web de Segcom, aparecían, con sus respectivas fotos, al pulsar en el enlace Equipo Directivo.
Y, entre esos doce nombres, el de la Presidenta de Servicios Financieros.
Nadia Gutierrez Senén.


abril 22, 2005

Dia Cinco



La mejor manera que conozco para pensar sobre algo es mientras entreno. Mientras piso una y otra vez el asfalto, la hierba o la tierra, a veces la arena de la playa, en mi cabeza se entremezclan recuerdos, proyectos, inquietudes y convicciones. Y, cuando me quiero dar cuenta, llevo más de una hora corriendo y va llegando el momento de detenerse.
Hasta los 18 años, corría casi todos los días. Formaba parte del equipo de atletismo del Instituto, y era bastante bueno en distancias cortas, 100 metros lisos, 4x100 relevos y tal, pero las cosas se torcieron. En mis entrenamientos y en casi todo lo que puedo recordar. Tuve una lesión que me apartó de la velocidad, y prácticamente dejé de correr. Mi padre, al que todos en el barrio conocían por don Manuel, decidió que, después de muchos años, tenía que elegir entre su vida alternativa, la que había llevado mientras todo el mundo creía que sólo tenía una, y la vida que todos conocíamos. Y eligió la otra. Con otra mujer. Mamá y yo nos quedamos solos, y a duras penas conseguimos salir adelante. Pero mi madre era una mujer fuerte, y lo consiguió. Supongo que, si alguna vez llego a la meta, será precisamente por eso.
Terminados mis estudios, fui de trabajo en trabajo, en una empresa de mensajería, trabajo administrativo en otras dos o tres empresas, etc. Hasta que apareció SegCom. Aún hoy en día me sigo preguntando porqué SegCom. Evidentemente, está el hecho de que el trabajo me deja mucho tiempo libre. De 8 de la mañana a 3 de la tarde es un horario como para presumir de él. Y así puedo entrenar por las tardes, escribir estas anotaciones, etc. Pero en un principio, no fue esa la razón que inclinó la balanza hacia ellos. Lo mejor del trabajo ha sido y siempre será el contacto con la gente.
A una compañia de seguros vienen personas que buscan seguridad. Y tanto Carlos como yo (y otros muchos) somos casi su primer contacto con la empresa. Y les damos la seguridad que buscan. Y, en mi caso particular, incluso aunque eso implique enviarles a otra parte o perder un cliente. Esto es algo que, por supuesto, no saben del piso 10 para arriba, pero no me importa demasiado. Siempre he sabido que estaba allí, ayudando a los demás de la manera en la que yo sabía, por alguna razón.
Y así es.
En cuanto a mamá, después de su fallecimiento, hace un par de años, don Manuel volvió a aparecer. Su vida alternativa se había esfumado, y necesitaba un hombro sobre el que llorar y, ya mayor y cansado, alguien que le echara una mano. Yo tenía que haber aprovechado el momento para decirle lo que pensaba de él, y en parte lo hice, pero también vi en su rostro como el paso del tiempo indicaba lo avanzado de su enfermedad, sus continuos desvaríos y sus fallos en la memoria, así que contraté a alguien para que le cuidara y decidí, en la medida de lo posible, paliar aquellos estragos con algo de cariño y quizás alguna que otra sonrisa.
Y así fue como volví a correr despues de mas de 15 años sin haberlo hecho. Poco a poco al principio, muy lentamente, y sabiendo siempre que la velocidad ya no sería nunca más lo mío. Pero sí el fondo. Correr durante km y km, durante horas y horas, solos yo...y yo.
Son las personas las que me importan. En el trabajo, mis clientes, y cuando corro alguna carrera, todos esos rostros anónimos que aplauden, que nos dan ánimos a los que corremos, que nos entregan una parte de su tiempo con un "vamos, que ya queda poco", y nos sonríen y animan sin conocernos de nada.
Y de esa manera, recordando a esas personas, aquellas con las que trato casi todos los días, aquellos que se presentan en mi mesa de trabajo por primera vez, aquellos que me empujan con sus aplausos cuando queda menos de 1 km para llegar al final y la meta se ve aún muy lejana, pensando en todas ellas, fue como esta mañana me he dado cuenta de que hay una persona detrás de ese correo extraño, alguien que puede estar sufriendo, quizás alguien que haya sido herido, y eso me ha aterrorizado tanto como el hecho de haber oído extraños ruidos la noche anterior en mi teléfono. Aparte de haber decido usar únicamente el teléfono móvil, y prescindir del fijo hasta que ésto haya terminado, he hecho algo que espero nunca se sepa más allá de la planta 10 de SegCom.
He impreso un listado con los nombres de los casi 200 trabajadores de SegCom, extraido gracias a las hábiles manos de Carlos de la base de datos de la empresa, y me pienso pasar todo el fin de semana leyendo nombres sin parar. Porque mientras Carlos rastrea la red en busca de ese posible remitente, de su ordenador y de su lugar en SegCom, yo necesito hacer algo y, aunque sé que es dar palos de ciego, he llegado a la conclusión de que, quizás, con un poco de suerte "Ngasen@yahoo.com" sea una dirección de correo formada en parte por el nombre, o el primer o el segundo apellido de alguien de esa lista.
Queda un largo fin de semana por delante, tan largo como el camino que me ha llevado hasta aquí.

abril 21, 2005

Día Cuatro



Existen pocas cosas en esta vida tan agradables y necesarias como una comida fuera de casa. Puede tratarse de una cita, puede tratarse de una reunión de negocios, o simplemente de un banquete entre amigos. Da lo mismo. Lo importante es que "la celebración" vaya unida al hecho en sí. Por eso, quizás, resulte tan molesto cuando, por alguna razón, alguien deshace la magia de una buena comida o cena, porque al hacerlo, rasga sin piedad el tapiz sobre el que se está tejiendo un momento mágico.
Carlos y yo decidimos comer en La Lanterna. Queso provolone, enladada de endivias con plátano, spaguettis marineros, tortellini fungui porcini y fresas para rematar la faena. Y, entre plato y plato, acompañarlos de un delicioso Lambrusco. Carlos hubiera preferido comer venado, caza o similar. Pero sé que ha quedado más que satisfecho con la comida. Por descontado, hoy no habrá entrenamiento. Pero, como decía Hipócrates, de todo un poco, y de poco, suficiente. Básicamente, después de meses y meses de entrenamiento y carreras, he llegado a la conclusión más evidente. Si estás en el punto perfecto, nunca podrás mejorar. Y el mejorar es lo que impulsa la voluntad hacia una meta.
Carlos habló y habló durante casi toda la comida. Sobre Internet, sobre el mail recibido, analizándolo detenidamente, cosa que yo ya había hecho mentalmente durante mis entrenamientos. Desde el día en que lo recibí, sus palabras, sus pocas líneas, me han acompañado sin cesar, paso a paso. De la misma manera que, en otras ocasiones, las suelas de mis zapatillas han imitado a una goma de borrar, ayudándome a limpiar mis recuerdos de memorias ingratas, esta vez no han conseguido sino acrecentar mi obsesión sobre las palabras contenidas en el correo.
Así que, después de mucho divagar, hemos llegado a algunas conclusiones aventuradas, supongo que inspirados en parte por la buena comida y el buen vino. A la sazón, hemos concluido que: 1.-El mail fue enviado a más personas, probablemente a toda la libreta de direcciones del remitente; 2.- Se trataba de alguien desesperado. Si sus palabras son ciertas, estaba con su portátil, tecleando desde alguna habitación, armario o similar, procurando no hacer ruido; 3.- Por alguna razón, no pudo terminar de escribir su mail y pulsó la tecla de "Enviar" antes de lo deseado. Si ésto es así, esa persona está o estuvo en peligro en su momento, y puede que algo grave le haya ocurrido; 4.-Si Carlos y yo, dos personas que nos conocemos únicamente por llevar dos años trabajando juntos, y no tenemos amigos comunes, estamos en su libreta de direcciones, es probable que...se trate de alguien que está relacionado con nuestra oficina...con nuestro trabajo...puede que incluso un compañero entre los más de doscientos que trabajan en el mismo edificio de SegCom, la compañía de Seguros para la que trabajamos ambos; y 5.-Esto puede ser peligroso.
¿Qué hacer ahora? ¿Cuál va a ser el siguiente paso? De momento, tenemos que diseñar una estrategia a seguir, y Carlos dice que lo más seguro es intentar localizar exactamente el portátil desde que fue enviado el correo. Esto hace necesario rastrear todos los ordenadores de la sede central de SegCom...algo que le llevará todo el fin de semana, por lo menos.
Si negara que, mientras caminaba de vuelta a casa, pensativo, no me sentía a la vez orgulloso de haber llegado a las conclusiones a las que habíamos llegado, formando un interesante equipo, algo que nunca se me habría pasado por la cabeza...mentiría.
Hace un rato, antes de sentarme ante el ordenador, he recordado que ya iba siendo hora de telefonear a papá, para ver como le ha ido la semana. Hace tiempo que, al no convivir juntos, nuestra relación ha pasado del punto desagradable al "te tolero". Y hace poco tiempo que me he dado cuenta, precisamente, del poco tiempo que a él le va quedando. Y supongo que ejercer de buen hijo no restará puntos a mi opinión sobre él.
Ha sido entonces, al descolgar el teléfono para llamarle, cuando lo he percibido. El ruido. Estática. Ha durado tres o cuatro segundos, y se ha cortado bruscamente. Y, lo peor de todo, es que inmediatamente, lo primero que ha venido a mi cabeza ha sido el punto 5.

abril 20, 2005

Día Tres



Cuando Carlos dice mañana, normalmente quiere decir "lo conseguiré, pero no te impacientes". De la misma manera que hay personas que te cuentan una anécdota empezando con un "hace un par de días...", que normalmente quiere decir "el verano pasado...", Carlos se zambulle en un mundo desconocido para la mayoría de los mortales, un mundo basado en unos y ceros, en direcciones IP , en servidores, y en un montón de terminos que, aunque ahora, con la popularidad alcanzada por Internet, a muchos nos suenan, para él son el pan suyo de cada día, y para los demás, casi siempre algo lejano y desconocido, o en algunos casos, en el mío por ejemplo, términos familiares, pero tanto como esos familiares lejanos...como "ese primo de tu padre..." al que conocemos por fotografías y referencias.
Hoy he tenido un entrenamiento normal, tranquilo, suave. Llovía un poco, y al pasar por el bosque cercano a la playa, he visto una ardilla, subiendo por un árbol a toda velocidad, mientras un par de pájaros echaban a volar desde una rama, asustados quizás. Y, al ver a esa ardilla, apenas vislumbrarla, no he podido evitar, una vez más, como casi todos los días, recordar Central Park y Nueva York, por supuesto.
Las personas que viven en Nueva York, en su mayoría, la describen como el centro del Universo conocido. Y, para que vamos a engañarnos, probablemente tengan razón.
Nueva York me atrapó nada más pensar en visitarla. Y me atrapó como nunca antes, y no creo que después, lo haya hecho ninguna otra ciudad. Desde los músicos callejeros, desde los largos y tranquilos paseos por Central Park, desde el lujo de Tiffany´s, desde sus Deli´s, donde se puede comer cualquier cosa , desde cualquier parte y cualquier punto de la ciudad entre las ciudades, uno se siente libre, se siente parte de la vorágine, y sobre todo, se da cuenta de cuanto va a añorarla en cuanto tenga que volver a su ciudad. Porque, aunque todos queramos y amemos el lugar del que venimos, en Nueva York se encuentra todo eso que amamos en nuestras ciudades, y además, todo aquello que echamos de menos en ellas.
Por eso la echo tanto de menos, y por eso no ha pasado un solo día desde la visita, en el que no la recuerde de una u otra manera. Se te queda dentro, te atrapa, te captura, te echa el lazo y lo mejor de todo es que te gusta sentirte atrapado, porque necesitas, porque añoras ese perrito caliente, ese centro del mundo que es Times Square, y lo mejor, lo más sorprendente de todo, es que añoras a sus gentes, añoras cruzártelos todos los días en la calle, añoras, y esto sí que es inevitable, las calles de Nueva York. Y, si entrenarme para el maratón ocupa tanto tiempo en mi vida, en estos momentos, sé que más adelante, en algún momento, llegará la hora de volver a la ciudad entre las ciudades, y correr en ella su maratón, entre otras 30.000 personas, arropados todos por sus gentes y por sus calles.
Así que, corriendo y recordándola una vez más, transcurrió el entrenamiento de hoy, y cuando quise darme cuenta estaba sentado, una vez más, frente al ordenador, consultando el correo. Y, para mi sorpresa, el primer mail que llegó era de Carlos.
Tuve que leerlo varias veces, no para entenderlo, sino para asimilarlo.
Lo reproduzco literalmente:
"Querido Amigo: Me disponía a comenzar mi investigación y me he sentado frente a mis ordenadores, como hago todos los días. Pero, como es costumbre en mi, antes he consultado mi correo. Mis diversas cuentas de correo. Y, agárrate a la mesa, entre los mails del día anterior...estaba el mismo correo que tú recibiste. Así pues, los dos tenemos el mismo correo en nuestro buzón, y eso me lleva a pensar que, si no se trata de una broma, entonces esa persona, ese alguien, nos conoce a ambos, y a ambos nos ha pedido ayuda. Así que voy a seguir toda la noche dándole vueltas a este asunto, y mañana te dejo que me invites a comer".
Bueno, aunque una de las bases de cualquier entrenamiento para una maratón es el descanso y, sobre todo, dormir como mínimo ocho horas diarias, me pregunto cómo coño voy a hacer para dormirlas esta noche.


abril 19, 2005

Día Dos



Carlos trabaja conmigo. Él atiende a los clientes desde hace menos tiempo, y es un hacha en esto de Internet. Dicho así, parecería que se trata de un hacker en toda regla, uno de esos tipos que se pasa la vida bajándose cosas, rompiendo barreras, colándose en donde no debe y todas esas historias que siempre leemos u oimos sobre esos tipos que viven literalmente frente a su ordenador.
Pues sí, Carlos es uno de ellos.
Carlos nunca ha cuidado su alimentación, ni lo que se lleva a la boca. Fuma como un descosido, está tremendamente pálido y ojeroso, respira con dificultad, tiene un ligero problema de sobrepeso y cosas por el estilo. Y, por si fuera poco, tiene muy, pero que muy mala leche.
He imprimido el mail y se lo he enseñado. Pero eso no ha sido suficiente. Apelando a la suerte que supone tener contacto con alguien como él, decidí que lo mejor era pedirle su opinión, quizás su ayuda en lo que a este correo inesperado se refiere. Pero Carlos, hijo puta donde los haya, simplemente me respondió que de acuerdo, que bien, que vale, que lo haría, que necesitaba que le reenviase el mail, y por su cara, por la mirada que tenía cuando le mostré la hoja impresa, comprendí que, cuanto menos, estaba intrigado.
Pero claro, si todo fuera tan sencillo, la vida sería maravillosa, y esto no es así, al menos cuando de Carlos se trata. A cambio de darme alguna respuesta, alguna pista, algo, me hizo una petición muy simple. Literalmente, estas fueron sus palabras : "Si eres capaz de darme una razón convincente para prepararse para un maratón como tú lo haces, te echaré un cabo y te diré algo en menos de 24 horas".
Que bién.
Recuerdo la primera vez que participé en una carrera. Fué una media-maratón. 21 kilómetros. Llevaba varios meses entrenándome. Y recuerdo como me miraban los compañeros de oficina durante aquellos meses de preparación. Y recuerdo sus miradas al día siguiente de la carrera. Desde la admiración, pasando por la incomprensión, hasta el respeto. Y esas miradas, y sus actitudes correspondientes, han permanecido desde entonces.
Creo que la vida es una carrera contra el tiempo. Un perro vive de media unos doce años. Una ballena mas de ciento cincuenta, un humano alrededor de los ochenta. Cada uno tiene su propio "ritmo" en esta vida, en su vida. De la misma manera, una carrera, maratón, media maratón, entrenamiento, etc. , es a la vez una vida en unas pocas horas y una lucha contra el tiempo y el destino. Peleamos contra nosotros mismos para intentar llegar un poco más allá, para hacer un mejor tiempo, para darle la vuelta a la tortilla. Y, cuando lo conseguimos, cuando conseguimos terminar un maratón, o bajar un par de minutos con relación a la última carrera, nos vemos como alguien "que puede hacerlo". Vemos como la situación se transforma, pasando de un "no sé si podré" a un "puedo, y puedo mejorar un poco más".
Creo que esa es la definición del ser humano. Un poco más. Un poco mejor. Aprendiendo de los errores, limando y puliendo, luchando un poquito más. El maratón es una de esas últimas odiseas que quedan por cubrir. La montaña, la bajada del río salvaje, la distancia a recorrer...Hay que hacerla, hay que vivir, quizás sufrir un poco esa odisea, porque la montaña, el río o los 42 kilómetros están ahí.
Podría haber añadido todos los beneficios físicos y mentales que el ejercicio y el entrenamiento suponen, pero no fué necesario.
Carlos, con mirada orgullosa, por encima de su bolsa de Doritos, me ha dicho que mañana tendré noticias suyas.


abril 18, 2005

Día Uno



Ha sido una mañana dura. Desayuno, vitaminas, entrenamiento, más entrenamiento y después, casi al final, un poco más. Correr, variar de velocidad, sentir el cuerpo, sentirlo hablar, las historias que me cuenta en esa larga hora en la que estamos a solas, zancada tras zancada, paso tras paso. Antes me acompañaba del Ipod, pero la música me desconcentraba. Prefiero que estemos a solas, los dos, mi mente y mi cuerpo.
Aún faltan meses para el gran día. Pero Zatopec decía que un maratón era una carrera como cualquier otra, la única diferencia es que comenzaba en el kilómetro 30. O sea, que hay que aguantar esos 30 Km para después hacer los 12 restantes.
Al llegar a casa, y después de recuperar líquidos, de comer fruta, de tomar miel y de la deseada, anhelada ducha, me he sentado una vez más, como todos los días, frente al ordenador. Es otra rutina. Una rutina dentro de la rutina. Leo mails, escribo mails, contesto mails, todo antes de salir hacia la oficina.
No habría, o al menos yo no conocía, una razón especial para comenzar este Blog, una diferente a la rutina de todos los días, pero la hay. La hubo. Al abrir el correo esta mañana, entre todos los mensajes de listas de correos, de foros sobre atletismo, sobre cine, sobre la vida y sobre los que han escrito sobre ella, allí mismo, estaba el mensaje más escueto y extraño que he recibido nunca. Y esa es la razón de este Blog.

El remitente: "Ngasen@yahoo.com".

"Están detrás de la puerta. Los oigo. Su respiración. Sus pasos. Susurrando. Y yo estoy aquí, encerrado. Con el portátil. Nada más. Tecleo rogando a Dios que no me oigan. Por favor, este mail es para todos los que estáis en mi libreta de direcciones. Si "

Y nada más. El último "Si", ese "if" que me mira sin dejarme pensar en otra cosa que no sea él mismo, sigue ahí, y me tortura desde el monitor. Su libreta de direcciones. Su dirección. No la conozco, no le conozco, no sé nada salvo que el mensaje está frente a mi y no sé que hacer con él.
No sé que hacer.
Borrarlo?
O quizás analizarlo con más detenimiento cuando vuelva del trabajo.